Si es Vd. la Reina de Inglaterra, Rockefeller o Bill Gates, no siga leyendo. Pero si no tiene la familia o el dinero suficiente para que le cuiden bien en su casa, debe leer este artículo.
Primero es la jubilación y posteriormente el retiro. Que éste va a llegar, va a llegar, y ojalá llegue, pues no todos tienen esa suerte. Suele llegar a pasos agigantados, pero antes hay que intentar elegir un sitio, para poder retirarse durante los últimos años de vida.
¡Por favor, no me llevéis a un asilo! Ese es el grito desgarrado, de muchas personas mayores, que tienen grabado en su memoria, el concepto de los asilos. Ahora los asilos han cambiado muchísimo, pero algunas aterradoras imágenes, todavía perduran en las personas mayores.
Algunas personas mayores, sin ningún motivo o por simple cabezonada, soportada con su ignorancia, se pasan la vejez diciendo que nos les saquen de su casa, para llevares a ningún tipo de residencia, aunque llegue el momento que, por su bien, no quede más remedio que internarlos, por los motivos que sean. El choque que se produce es tremendo, pues para ellos es tener que aceptar lo inaceptable, por no haberse preparado con anterioridad, a un hecho que previsiblemente tiene que llegar. De ahí la importancia de estar bien informado, de los distintos tipos de residencia a los que ellos, en sus diferentes etapas de la vejez puedan ir, de las ventajas e inconvenientes de ir o no ir a la residencia y de los beneficios de “vacunarse” poco a poco, conociendo la realidad, de la situación que seguramente llegará a cada, persona en su vejez.
La convivencia y la amistad, son las dos grandes medicinas que curan la soledad y la depresión, producida por la falta de contactos personales. Aunque la amistad se hace de confidencias y se deshace con indiscreciones. Estos medicamentos, que ayudan a tener la salud mental mejor, pueden encontrase en las residencias, pues están representados en posibles amistades, incluso tardías. Allí encontrarán otras personas, con las mismas características y necesidades de comunicación y convivencia. Por el contrario, son muy altas las posibilidades de ataques depresivos, cuando las personas mayores, están solas en las casas, abandonados por la familia y los amigos.
Las personas mayores, antes de que sea tarde, tienen que estar muy bien informadas, de cómo son ahora los diferentes estilos de residencias para ancianos y las ventajas e inconvenientes, que tienen en función de sus características y de las de cada uno de los ancianos y sus condiciones económicas, físicas y mentales. Hay que hacerles ver que “No pueden ser ni ingenuos optimistas, ni sombríos pesimistas”. Tienen que estar muy bien informados, de su situación real y de los beneficios e inconvenientes, que tienen la estancia en las residencias para ancianos. “La ignorancia no tiene oídos, por mucho que le hablen”.
Es casi seguro que nuestros últimos días, los pasaremos en una residencia, los dos cónyuges juntos o cada uno en épocas diferentes. Hay quienes se niegan a aceptar, que voluntaria o involuntariamente, terminarán en una residencia, sea esta gratuita o pagando. Pero hoy en día, es casi imposible terminar los días fuera de un hospital o de una de los diferentes tipos de residencias existentes. La elección o aceptación, va a depender de las políticas sociales de cada país, o de la situación económica y familiar de los interesados.
Es cierto que los arboles viejos, son muy difíciles de trasplantar, pero las personas tenemos un gran poder de adaptación, si estamos bien preparados, para las nuevas etapas que la vida nos va a ir dando.
Millones de ancianos viven solos, sin ninguna ayuda familiar, ni amistosa, sin visitas y con muchas deficiencias. Unos porque enviudaron, otros se divorciaron, otros perdieron el contacto y la relación con sus hijos, a los que les instaron a que se marcharan de la casa familiar, cuando cumplieron los 18 años, pues empezaban a ser una carga económica o de responsabilidad, o para que se fueran acostumbrando a vivir por su cuenta. Pero los ancianos en su final, casi siempre están solos.
Indiscutiblemente, es mucho mejor pasar los últimos días de la vida, en la propia casa y bien atendidos física, emocional, sanitaria y espiritualmente por el cónyuge, por los hijos o parientes que se hagan cargo de todas las necesidades. Viviendo donde siempre han vivido, pudiendo salir a pasear, por los sitios que les apetece y hacer una vida, socialmente apetecible y alternando con sus amigos de siempre. Esto suele ser una utopía, que casi nunca se cumple, y mucho menos en las sociedades modernas. Algunas personas tienen una cierta propensión a “Confundir los deseos con la realidades”,hasta que se dan cuenta del mundo real en el que viven.
La vejez, tercera edad, jubilación, juventud acumulada, retiro o como cada uno lo quiera llamar, es un momento de cambios físicos, mentales, intelectuales, emocionales, económicos y sociales, que suelen provocar situaciones muy difíciles. No obstante, es la época, donde las personas más necesitan de una figura de reconocida autoridad personal, siempre que esté acompañada de amor, escucha y comprensión. El cónyuge, los hijos o los familiares, deben respetar la libertad de la persona querida, sin dejar de velar por su bienestar, aunque ella se oponga, por falta de conocimiento o capacidad para discernir.
Los hijos deben dar el primer paso, analizando y evaluando con todo detalle, a ser posible aconsejados y ayudados por las asociaciones o profesionales especializadas, en el cuidado de la calidad de vida, de las personas mayores. Con los informes recibidos, deberán informar al médico de cabecera, de los síntomas o conceptos que ven en el comportamiento de sus padres mayores y de su situación y forma de vida, presente y futura, para que él proceda a sugerir las recomendaciones médicas convenientes.
Los hijos deben rebuscar entre los problemas reales y ficticios, de los padres ancianos, aunque estén disfrazados por ellos mismos, para que no se noten. Esto es una lucha de inteligencia a inteligencia, de poder a poder, para ver quien oculta y quien descubre los verdaderos problemas.
Los hijos deben estar muy pendientes, de los primeros síntomas de vejez que les vayan ocurriendo a sus padres, para poder encontrar y poner en práctica los remedios, que les ayuden a eliminar o disminuir esas deficiencias. Los padres llegan a tener muchas veces, carencias de salud, de alimentación, económicas, de compañía familiar, de soledad, de desplazamientos, de relaciones humanas, de relaciones con las oficinas de la sociedad (Impuestos, bancos, servicios públicos, teléfonos, agua, etc.). También impedimentos de vista, oído, habla, movimientos, etc. Esas carencias, se van incrementando, a medida que va aumentando la edad.
El ser hijos responsables de los padres, no se demuestra solamente ayudándoles a prevenir o solventar sus problemas, muchas veces es necesario, ser sus maestros o tutores tardíos, sobre todo cuando llegan a una edad o a unas condiciones físicas, que tienen que ser cuidados, quieran o no, incluso para evitar males mayores o irreversibles. Los padres no deberían tener que esperar a recibir la ayuda, cuando ya no tienen fuerzas para sobrevivir con normalidad. Entonces no quedará mas remedio que ayudarles, por voluntad propia o encargarlo a terceras personas o llevarlos a las residencias, para que los atiendan.
En algunas culturas modernas, desde el momento que los hijos cumplen 18 años, les sugieren, les obligan o simplemente, se marchan de casa para vivir su vida. Esto a la larga, origina que algunos hijos se olviden, ignoren o arrinconen a sus padres ancianos, pues se convierten en estorbos. Esta actitud está siendo trasladada, de generación en generación. En cuanto los padres, ya no son fuente de suministro económico, pasan a ser fuente de problemas. Entonces ya no pueden pretender, que esos hijos se ocupen de ellos, pues se acostumbraron a vivir sin lazos de unión familiar. Lo normal es que, queden abandonados a su propia suerte o que tengan que llevarlos a una residencia, a que les atiendan hasta los últimos días de su vida.
Hay muchas clases de residencias para personas mayores, clasificadas según las diferentes situaciones de edad, físicas, mentales, económicas, etc. Hay que acoplarse a la que mejor se pueda y convenga, a la situación de cada persona mayor.
En algunas residencias, es obligatorio que los residentes tengan que comprar su apartamento o habitación, lo que origina mayores inconvenientes económicos, para el cambio de residencia, en el caso de que las circunstancias iniciales hayan cambiado.
Desgraciadamente, algunos familiares escogen la residencia, en función de lo que más les conviene a ellos, por su cercanía o comodidad y dejan a un lado, las verdaderas necesidades de las personas mayores.
Algunos hijos intentan persuadir a sus padres, para que no quieran ir a la residencia, argumentándoles que están mejor en su casa, aunque eso no sea cierto. Porque no quieren que los padres gasten de sus propios ahorros o vendan sus propiedades, casa, terrenos, inversiones para pagar la residencia. Cuanto menos gasten, más les quedará a ellos en la herencia. No les importa que la calidad de vida de los últimos años, sea peor, sabiendo a ciencia cierta, que en la residencia les pueden cuidar mejor, que en la soledad de su casa, pero insisten tanto, que al final los padres se lo llegan a creer.
Los padres deben saber y poder elegir, entre intentar ser los más ricos del cementerio o vivir mejor sus últimos días, con una calidad de vida, de acuerdo con el patrimonio que ellos hayan formado con su esfuerzo y la fortaleza, para no haberlo gastarlo inútilmente.
Los jóvenes quieren la independencia a cualquier precio, los mayores quieren y necesitan la dependencia, principalmente, de los seres que les quieren y de las personas que les puedan ayudar.
Es muy ingenuo pretender terminar los días, en casa de los hijos, pues ellos se deben a sus familias y tienen sus ineludibles obligaciones. Cabe la alternativa de tener un servicio por horas, días, semanas o fijo en la casa.
Según las disponibilidades económicas, físicas, etc. Pero eso no siempre sucede, ya que muy fácilmente, pueda llegar una incapacidad a alguno de los cónyuges, que no pueda valerse por si mismo o que no puedan ayudarse mutuamente y se requiera otro tipo de asistencia, más profesional.
Principalmente en las personas mayores, las incapacidades ligeras o graves, penden de un hilo y puede llegar en cualquier momento.Ignorarlo no aplaza el problema. Mejor es estar bien preparado, para cuando esto ocurra y conocer con anticipación, qué es lo que más gusta y qué es, lo que más disgusta de las residencias. Otra vez se impone hacer como los ingenieros, “ensayo y error”. Es preferible, decidir por adelantado y con pleno conocimiento, a que otros y decidan por nosotros y en contra de nuestras voluntades.