Fuente: Asociación Cultural Amplàries
Como broche de oro al mes de Noviembre y probable colofón a las exitosas excursiones organizadas por la “Cultural” durante 2015, nada mejor que el impresionante Parque Natural de las Hoces del Duratón y el exquisito cordero de Sepúlveda.
El viaje transcurrió, como ya es marca característica de La Cultural, entre canciones, chistes, y buen ambiente. Tras una pequeña parada técnica, para atender menesteres fisiológicos, llegamos al camino que nos lleva a la Ermita de San Frutos, situada en una privilegiada atalaya, al borde acantilado de los cañones de río Duratón, que permite apreciar con todo detalle uno de los característicos meandros que dan lugar al Parque Natural de las Hoces del Río Duratón, por donde sus aguas avanzan mansamente hasta fundirse en el remanso de paz que forma la cercana presa de Burgomillodo.
El acceso al espolón rocoso, rodeado de precipicios, y aislado por una profunda grieta, la Cuchillada, se hace a través de un puente de piedra que la salva. Cuenta la leyenda que la grieta fue abierta por San Frutos con su bastón para proteger a los moradores del lugar del ataque de los sarracenos. A un lado de la Cuchillada se aprecian los restos de una primitiva escalera tallada en la piedra, que desciende al fondo del cañón.
La ermita es lo único que se conserva del conjunto monástico del Priorato de San Frutos, perteneciente al Monasterio de Santo Domingo de Silos, siglos de historia, cultura cristiana y religión católica, labrada estoicamente bajo la disciplina del “ora et labora”, de la que somos herederos, aunque tan difusos que nos parece increíble.
Nos encontramos un día soleado, en mangas de camisa, sorprendente para finales de Noviembre, paseando plácidamente por el silencioso corazón del parque que tiene la mayor colonia de buitres leonados de toda Europa, sobrevolando majestuosamente por encima, debajo y a nuestro alrededor, tratando de capturarlos con nuestras cámaras, y que, los que tenemos poco más de veinte años (bueno, quizás algún puñado más, así como tres veces más), ya lo sabíamos antes de ser declarado parque natural, porque nos lo contaba nuestro amigo Félix Rodríguez de la Fuente. Un humilde homenaje y agradecimiento por la excelente labor que realizó inculcándonos el amor y defensa de la naturaleza. Hoy día cuenta con cuantas protecciones legales puede gozar un espacio natural irrepetible como el que, con admiración, contemplamos.
El río discurre formando retorcidos meandros encajonados entre sobrecogedoras paredes de 70 a 100 metros de altura, en donde podemos distinguir tres tipos de vegetación distintas, la superior de coníferas como los juníperos y los pinos (muchos de repoblación), la del fondo típica de las riberas, como sauces, chopos, etc., y entre ambos, la típica de los escarpes rocosos que no retienen agua y el suelo es duro, rocoso y plagado de nidos de rapaces.
Además del buitre leonado, en sus cortados farallones también anidan el alimoche, halcón, peregrino, cernícalo vulgar, águila real, búho real, grajilla, chova piquirroja, águila calzada, azor, ratonero, milano negro y real, alcotán, aviones, lavanderas, ruiseñores, una interminable lista de aves que han encontrado aquí su paraíso y hacen las delicias de ornitólogos.
Paseando por sus agradables senderos sentimos la plenitud de la naturaleza y entendemos por qué tantas aves, y mamíferos como el tejón, comadreja, zorro, liebre, conejo y murciélagos han elegido este lugar para vivir, sin olvidar lagartos, culebras, ranas, sapos y en el río nuestras autóctonas carpas y barbo ibérico.
Apenados al marchar de tan precioso lugar, encaminamos nuestros pasos hacia la capital de las hoces, Sepúlveda, villa declarada Conjunto Histórico-Artístico, para descubrir las joyas que le han hecho merecedora de tan distinguido galardón.
Decir Sepúlveda y pensar en delicioso cordero asado es todo uno, pero Sepúlveda es mucho más, emplazada intencionadamente sobre un promontorio para dominar el horizonte, ver llegar al enemigo y gozar de una elevada y favorable situación defensiva, generó que ya tuviera un castro íbero en la Edad de Hierro y haya estado habitada hasta nuestros días. Su importancia defensiva, de control de fronteras y dominio del territorio por su situación estratégica fue aumentando paulatinamente desde los romanos hasta nuestra pasada guerra civil, pasando por visigodos, árabes, franceses y todos los pueblos que han campado por nuestra piel de toro. Cada una de estas civilizaciones dejó su tarjeta de visita y el conjunto presenta una armoniosa mezcla de esplendores pasados, en donde el tiempo avanza lentamente al ritmo natural que marcan las tareas campestres, distraídas por la masiva irrupción turística de fines de semana, de la que formamos parte.
Un precioso, armonioso y perfectamente conservado conjunto Histórico-Artístico se abre ante nosotros, que es necesario descubrir caminando pausadamente por sus milenarias, exigentes y empinadas calles, explorando sus bonitos rincones y las señoriales casas blasonadas. La muralla de su primitiva fortaleza tuvo siete puertas, por eso los romanos la llamaban “Septempublicam”, que ha derivado en el actual Sepúlveda. En el ayuntamiento se guardan las llaves de esas puertas
De sus edificios cabe destacar la Fortaleza de Fernán González, las iglesias de San Bartolomé, San Justo y Pastor, San Salvador, la Virgen de la Peña y Santiago, el Centro de Interpretación de la Naturaleza, que tiene el privilegio de ocupar el edificio de la Iglesia de Santiago, la Plaza Mayor y el Palacio del Moro.
Tanto paseo fue conveniente recompensado con una contundente comida castellana típica del lugar, morcilla, sopa castellana, cordero asado con ensalada y ponche segoviano, todo ello regado con un buen vino “Ribera del Duero” y con el perfecto broche del café y el chupito.
Y ahora a pasar unas felices fiestas de navidad y el próximo año retomaremos nuestras excursiones el día 23 de enero, con la visita guiada a Ávila, rematada, como siempre, con una excelente comida típica del lugar visitado.