Monesterio, punto de inicio de nuestra etapa de hoy, nos recibe con un desapacible, frio y nublado amanecer, que nada mas salir del pueblo fue mejorando rápidamente hasta terminar en un magnífico día soleado.
Caminamos por plena dehesa “Pata Negra Extremeña”, junto a un arrullador y jovial arroyo, por un camino rodeado de encinares, amenizado por el trinar de los pájaros en plena efervescencia primaveral y flanqueado por sendos muros de piedra, alejados de carreteras, autovías y asfalto hasta donde nuestra vista alcanza, y sin poblaciones intermedias.
A los seis kilómetros cruzamos una carretera local y el paisaje se trasforma como si de un cambio de plano cinematográfico sin solución de continuidad se tratara, y nos encontramos en un monte bajo en el que predomina la jara, los arbustos, las escobas, y donde las encinas buscan las frescas y húmedas vaguadas, con la milenaria natural sabiduría de comprender que es el mejor lugar para no morir en la canícula. Una lejana y fugaz vista de la silueta blanca de nuestro destino, Fuente de Cantos, se aprecia en la lejanía.
Avanzamos por este monte bajo con frecuentes bajadas y subidas poco exigentes, de momento. Atravesamos tres cancelas, y tras la última, cuando ya llevamos diez kilómetros, otro cambio brusco de paisaje nos sitúa en una amplia extensión de cultivo de cereal, que parece infinita y desde donde apreciamos perfectamente Fuente de Cantos, pero este es pueblo mentiroso y travieso con el peregrino, porque, aunque no lo parezca aún quedan once exigentes kilómetros en los que va jugando al escondite, ahora me ves, ahora no me ves, y cuanto mas cerca parece que estás, mas lejos te parece que es.
Descendemos mas de cien metros en menos de un kilómetro para salvar el cauce del arroyo Bodión, que por bajar con un caudal moderado nos obliga a vadearlo por unas grandes y escurridizas piedras, que han llevado a algún peregrino a caer en sus frías y cristalinas aguas, pero como al fin y al cabo tan solo es agua, no quedará mas que en una anécdota para recordar.
Nueve kilómetros con continuas subidas y bajadas, muy exigentes al principio y suavizándose progresivamente, junto al continuo juego del escondite, nos llevan hasta nuestro destino. Fuente de Cantos
Preciosa etapa de una gran belleza cromática ofrecida por la naturaleza, utilizando toda la gama de verdes en árboles y sembrados, con los mejores azules en el cielo salpicados de pequeñas nubes que no quisieron perderse nuestro peregrinar, y que siempre ocupará un buen lugar en el rinconcito de los buenos recuerdos.
«No corras, peregrino: No importa hasta donde llegas, sino cómo eres, cómo te sientes, qué vives, y con quien estás».